Movimientos
sociales en los partidos políticos: ¿es eso posible?
Julia
de la O. Murillo, especialista en Estudios Latinoamericanos
La revista TIMES[1] publicó una fotografía de
portada representando a quienes protestan, a pesar de tratarse de una
publicación liberal y que destaca por antonomasia al individuo. Con ello, está
llamando al lector a fijar su atención en un colectivo, motivo digno de
reflexión desapasionada por quienes toman decisiones de importancia nacional en
cargos de representación popular. En ningún momento califica como amenaza las
demandas de quienes protestan: reconoce que los sistemas políticos no funcionan
debidamente y que tienen fallas importantes.
Los movimientos sociales
generadores de las protestas demuestran que nunca antes ha habido tanta
sincronización en la actuación, ni han sido tan cercanas entre sí. Pasaron de
un país a otro y llegaron a España denotando un momento de inflexión que
demuestra que van a tener cada vez más importancia.
Estos movimientos son importantes
y los partidos que participaron en la contienda del 2014, debieron entender esto a
fin de alcanzar legitimidad. Volver la mirada a otro lado o bloquear, por
ejemplo, que el Foro de Occidente se incorpore con sus luchas en el accionar de
la campaña política, no será más que continuar por una vía de autodestrucción
de la democracia electoral que tenemos.
Si no hay incorporación de estas
voces en los partidos, el mensaje claro que se enviará a la ciudadanía, es que no
se van a hacer los cambios que se necesitan para lograr la cohesión social que
se impone.
Hay grandes diferencias
entre causas y razones de las protestas, mismas que en otros países se dirigen
a lograr el fin de gobiernos autoritarios. Sabemos que muchos de ellos han
actuado y han dejado las cosas peor de como estaban antes. A veces incluso, no
llevan la semilla democrática y han sido excluyentes. Otras veces, han sido
exitosos porque botaron gobiernos autoritarios de larga data. Se sabe asimismo,
que han tenido éxito en el tanto se enfrentan con partidos políticos y con
políticas públicas duras.
“Occupy” Wall Street luchó
contra el poder financiero que llevó a pérdidas millonarias que golpearon duro
a la gente común. Vemos el caso de Chile donde la protesta se dirige contra la
privatización del modelo educativo con altos costos para los estudiantes, de
tal suerte que ha cambiado su estratificación social. En Costa Rica, es ya
frecuente, leer en las redes sociales una protesta contra los candidatos de uno
u otro partido, con la lapidaria frase de: “fulano(a) de tal, no me representa”.
Con conocimiento claro,
debemos tener presente que la dinámica que rige a estos movimientos es la
acción colectiva orientada a influir en la toma de decisiones sobre asuntos
públicos que se desarrolla por vías no institucionales. ¿Por qué por vías no
institucionales? Porque éstas dejaron de ser eficaces para responder a la
indignación y a la desigualdad crecientes.
El sistema de representación
política, concretamente los partidos, deben oír y leer el accionar de los
movimientos sociales e incluirlos en su quehacer y no sólo ocuparse de sus
asuntos. Hoy asistimos a las elecciones municipales que nos llaman a manifestarnos y no a abstenernos.
Si funcionara bien la
democracia, no habría protestas, porque todas las demandas se canalizarían por
la vía institucional. ¡Pongamos coto a eso e integremos a los movimientos
sociales en el quehacer partidario!