Como ciudadana interesada por el acontecer del país, me ha llamado poderosamente la atención el hecho que desde el año 2007, en que aparecieron varias obras relativas a la Campaña Nacional, el historiador Iván Molina ha mostrado una actitud de crítica destructiva con respecto a los autores de esas investigaciones. Desde ese momento, ha evidenciado un tono inquisidor, descalificador y soberbio.
Ese comportamiento se ha acentuado, recientemente, al enterarse de que una comisión especializada, nombrada por el Consejo Superior de Educación (máximo órgano de la educación costarricense), escogió como lectura obligatoria, para la materia de español, en tercer y cuarto ciclos, las investigaciones que ese profesional habría criticado con gran acidez.
En esta ocasión, Molina utiliza una estrategia que causa repulsa, esto es, trata de hacer aparecer las obras de Raúl Arias, Armando Vargas y Juan Rafael Quesada, como producto de una acción premeditada de críticos del tipo del Tratado de “libre comercio”, acordado en octubre del año 2007, entre Costa Rica y Estados Unidos de América ¿Táctica del Memorando Casas-Sánchez?
Así, según ese historiador, el acuerdo de las más altas autoridades educativas del país “…servirá para fomentar el pensamiento único.” (La Nación, 28 de Junio 2010, Foro-, p. 46A)
En nuestro criterio, la función latente de dicho alegato, es que todo aquel ciudadano que haya participado del proceso que culminó con la votación en referendo del TLC y haya votado NO al TLC, debe ser enviado al congelador de la historia por tal atrevimiento o herejía.
Una posición que reafirme la división de los ciudadanos costarricenses entre los que votaron NO contra los que votaron SÍ, en momentos en que debemos aglutinarnos alrededor de la Costa Rica que queremos, como dice el informe del Estado de la Nación, nos deja un sabor amargo, viniendo precisamente de una persona que se desempeña en la academia donde debe privar el libre pensamiento.
Si de polarizaciones e intransigencias se trata, un ejemplo contrario y demostrativo de una lucha común, olvidando los del sí y los del no, la dio en la reciente campaña electoral el propio excandidato presidencial del PAC, al incorporar en su fórmula electoral específicamente a una candidata a la vicepresidencia quien en su momento votó por el sí.
Muy lamentable el expediente que escogió porque no construye sino que destruye el discurrir del pensamiento. Hubiera sido mejor que la exposición de sus ideas contrarias a los enfoques que critica, la hubiera hecho manifiesta y vehemente cuando se le invitó al panel para discutir sobre el tema el 30 de noviembre de 2009. No obstante, declinó la invitación pero sí se ha dedicado a escribir artículos con contenidos ad hominem que le hacen un flaco favor a quienes sostienen documentadamente tesis diferentes a la propia. La verdad no es propiedad exclusiva de algunos.
¡Ojalá que busquemos puentes que nos unan y que permitan el abordaje transdisciplinario de los problemas nacionales para enfrentar los desafíos de la desigualdad y, sobre todo, que logremos desterrar de los medios, manifestaciones de intolerancia ante el trabajo intelectual!