viernes, 9 de octubre de 2015

Acoso político legislativo


                                                         Julia de la O, exasesora de la Comisión Parlamentaria de la Mujer
En el marco del Día Internacional de la Mujer, la prensa dio cuenta hace unos años, de agresiones del diputado Víctor Hugo Víquez contra su compañera Damaris Quintana. A mayor abundamiento, y ante la denuncia de la señora diputada, 17 diputados de la fracción del Partido Liberación Nacional, enviaron al diario “…un documento en el cual manifestaron su apoyo al legislador” Para dirimir tan enojoso asunto, el Presidente del Congreso ha “…solicitado a los jefes de fracción que intervengan y ayuden en este caso” (La Nación, jueves 8 de marzo 2012, p. 10A El País)
Según información de los medios, ante la interpelación hecha a la señora Expresidenta de la República sobre esta desafortunada situación, la respuesta no pudo ser más desabrida: hay asuntos más importantes en que debía ocuparse y, coincidiendo monolíticamente con su fracción legislativa, califica el desaguisado como un asunto sin importancia. Estamos así ante la presencia de un caso de acoso político.
Hoy asistimos al acoso político a la diputada Carmen Quesada a cuyo reclamo se han sumado las diputadas Patricia Mora y Maureen Clarke. El fenómeno trasciende al recinto legislativo y desnuda la sociedad que tenemos: patriarcal y androcéntrica.
Una sistematización sobre este fenómeno[1], da cuenta que el acoso político consiste “…en un conjunto de sistemas y prácticas que se convierten en obstáculos que se oponen a una mayor y más eficiente participación de las mujeres en el poder”
El acoso político es entonces una forma de violencia de género. Su manifestación se concreta en la descalificación, estigmatización, manipulación, discriminación, asedio y hostigamiento contra la mujer que ocupa cargos de elección popular.
En ese mismo orden de ideas, el trabajo científico señalado, nos confirma que las situaciones de acoso político, la mayor parte de las veces, “…se plantean como cosas aisladas y no son consideradas como hechos reales que forman parte de un contexto político altamente generalizado y, mucho menos como un problema público” [2]
El que se minimice la situación sufrida por la señora diputada en ese momento y hoy de la diputada Carmen Quesada, abona negativamente a reafirmar la resiliencia, es decir, si no hay rectificación de este tipo de conductas, cada vez más, las mujeres que ocupen cargos de elección popular, se adaptarán a la adversidad, fracturando así para las generaciones futuras de mujeres políticas, su participación plena en la toma de decisiones de importancia nacional.
 Con base en la contextualización esbozada, tenemos tres situaciones muy graves en lo sucedido: primero, sin que haya habido indagación del problema a profundidad, los compañeros de bancada del presunto diputado agresor, lanzaron un escrito calificando las denuncias de la señora diputada ante el comportamiento del legislador declarando taxativamente que “…carecen de fundamento” En segundo lugar, la señora Expresidenta de la República desdeñó abordar el tema, manteniéndolo con ello oculto a la discusión pública y declarando que se ocupaba de asuntos de mayor jerarquía, con lo cual, revictimizó a la diputada presuntamente acosada políticamente.
Finalmente, y no menos importante, es el tratamiento que el a la sazón Presidente del Congreso, aplicó para solucionar el problema. Les asignó a los jefes de fracción ocuparse de éste. Ante esto, cabe señalar que la política de igualdad de género  anunciada hace varios años en el Congreso, tiene una dependencia que funge como los dientes de la política en cuestión. Por ello, nos preguntamos: ¿por qué no interviene la oficina de género en este problema? Quienes están sensibilizados ante el hostigamiento político como esta oficina, garantizan las competencias para dirimir adecuadamente este tipo de conductas tan reiteradas en el Congreso de la República y que son de vieja data. En tanto funcionarias(os) preparados para los efectos atiendan la situación de Carmen Quesada, podemos estar seguros que se cumplirá el principio pro víctima y no se repetirán veredictos a priori que colocan a la víctima en una total indefensión.
Recordemos a Alda Facio con estos tristes casos de Doña Damaris Quintana ayer y de Carmen Quesada hoy: “…no existe la igualdad jurídica cuando no existe la igualdad política, ni económica, ni social…comprender eso significa que finalmente se ha entendido que no es posible hablar de igualdad o libertad si estos derechos no son compartidos por todas y todos…”
 Hipotetizo que eventualmente el diputado Víquez ayer, y Otto Guevara hoy cumplen los requisitos para ejercer el acoso político, en detrimento del progreso del sistema de participación política de las mujeres y que, los 17 diputados firmantes del escrito,-(ignoro si hay firmas de señoras diputadas)-, hicieron honor a una desafortunada forma de abordar el problema.
¡Démosle instrumentos al poder legislativo para que, en las relaciones de poder no prive el hostigamiento político!  




[1] Ana Cecilia Escalante y Nineth Méndez. “Experiencias de acoso político hacia las mujeres que ocupan puestos de elección popular en el nivel local” REVISTA UNA, N° 16-17: San José, octubre 2009.
[2] IDEM, p.2

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